Esther Teixeiro Lemos tiene una apariencia delicada y cuando
se habla con ella, nunca eleva la voz, pero no se fíen de las apariencias
porque esta mujer, que disfruta de unos 76 años muy bien llevados, tiene una
voluntad de hierro. Pionera de la viticultura biológica, Esther ha triunfado
con sus vinos ecológicos cuando nadie daba un duro por volver al cultivo
tradicional.
“En Galicia en el año 2000 lo ecológico aún sonaba a chino”
¿Fue difícil convencer a su familia de que apostase por el
vino ecológico?
Al principio lo de vino ecológico les sonaba muy raro a todo
el mundo, qué es eso, me preguntaban, no me entendían y no tenían claro qué era
la viticultura biológica. También es cierto que yo entendía poco más que ellos
pero me daba cuenta que antes todo era ecológico, todo se cultivaba de forma
natural, no había insecticidas, no había sistémicos, no había herbicidas y las
cosas tenían su propio sabor. Cuando me decidí a hacerlo, investigué y pregunté
todo lo que se me ocurría, y hasta hoy
Que usted fuera mujer, imagino que no ayudó.
Llamaba mucho la atención, la verdad. A veces incluso he
tenido que oír eso de “ahora las mujeres hasta ponen pantalones…” Pero,
sabe, a las mujeres no nos queda más remedio que ponernos los
pantalones cuando queremos emprender algo. Los hombres en aquel momento no
estaban acostumbrados y les chocaba. Necesité bastante tiempo para que vieran
que lo que quería era rentable y tenía futuro.
¿Y su marido qué le decía?
No le parecía bien. Incluso un día, un cliente suyo estaba
hablando conmigo, intentando convencerme de que me estaba engañando, que no iba
a conseguir nada, y mi marido, que le estaba escuchando, me decía: ves,
¿por qué no le haces caso?. Yo lo tenía claro y les respondía que a lo mejor el
primer año no conseguíamos nada, pero los siguientes sí. El otro camino no me
gustaba. Al final, el primer año cogimos casi tanta uva como cuando hacíamos el
vino normal, y ahora mismo ya están convencidos de que fue un acierto apostar
por lo ecológico. Hacer un vino como este da más trabajo, pero lo merece.
Su bodega de piedra restaurada en Pincelo, con la parte
trasera excavada en la roca, es fiel al modelo de bodega tradicional de
Chantada. Ha sido ahí donde alumbró sus Diego de Lemos, de los primeros vinos
ecológicos gallegos, elaborados con uvas de las variedades mencía para el
tinto, y godello y treixadura, para el blanco. A Esther Teijeiro llegar
hasta aquí no le ha resultado fácil pero, asegura, el reconocimiento de ahora
compensa todo el esfuerzo. Sus premios más recientes los recogió el pasado mes
de marzo, en la Cata Oficial XXXI Feria del Vino de Chantada, donde
se hizo con el primer galardón en tintos, el tercero en blancos y la máxima
distinción en vinos en barrica. Todo un ejemplo de emprendedora
¿Cómo fue esa primera cosecha?
Estaba muy orgullosa, aunque a veces, no le voy a
mentir, llegaba a desesperarme. Le contaba a la gente que nuestro vino
era ecológico y que por eso costaba un poquito más que otros y no lo
entendían, me decían que seguro que algo le echaba aunque dijera que no. Yo lo
tenía claro, siempre les decía que si no me creían, que le preguntaran al
Consello Regulador, que podía certificarlo. Pero bueno, estamos hablando del
año 2000 y en ese tiempo en Galicia lo ecológico aún sonaba a chino.
Ahora, afortunadamente, han cambiado mucho las cosas, la
gente ya está más concienciada, y creo que cada vez hay mayor interés por lo
ecológico, no sólo por el vino.
Entiendo que ahora su marido estará orgulloso de tener una
mujer tan emprendedora
Pues sí, ahora está más que orgulloso. Recientemente nos han
dado otro premio, éste por la cosecha de 2011, y está encantado. La verdad es
que nos metimos en esto, no por los premios ni por el reconocimiento, que
también gustan, sino por el orgullo de hacer algo bien hecho, algo de calidad.
Hay vinos a los que les ponen tantas cosas artificiales encima que dan miedo.
Eso no puede ser.
¿Qué diferencias se puede encontrar la gente entre un vino
tradicional y otro ecológico?
El vino ecológico tiene un sabor peculiar, el que le da la
tierra en la que se cultiva, ese sabor no se modifica en absoluto. Hace unos
años, casi todos los vinos sabían igual porque el compuesto que iba a la tierra
era el mismo, y la tierra estaba comiendo eso, sabía a ese abono. También es
verdad que puede ser un vino malo aunque sea ecológico, porque no se deja
madurar bien o por otras muchas cosas. Para que salga un buen caldo hay que
estar muy encima y eso lleva mucho tiempo y dedicación.
¿Es muy dura la vida de una pequeña bodega?
Imagino que todas las bodegas, sean del tamaño que sean,
tendrán sus problemas. Nosotros lavamos los tanques con lo que nos autoriza el
Consello Regulador, hay que echarle siempre cosas naturales, debes de cumplir
con una serie de pautas… No es fácil, es una vida muy sacrificada, hay que
estar siempre pendiente de la uva.
¿Sus dos hijos han seguido sus pasos?
Sí, los dos se dedican a este mundo. Este año nos hemos
decidido a crear una sociedad porque una tiene su edad y hay que ir preparando
el negocio para las siguientes generaciones. A mi nieto Roberto también le
encanta este mundo, es enólogo.
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